Piérdete en mis labios
cuando el invierno azote los barrotes de tu celda,
no creo ser el mejor de los presidiarios,
pero mi calor destruye lo que el destino suelda.
Piérdete en mis brazos
cuando quieras escapar del letargo
que destruye a pedazos
el sueño de huir prófugos de este hastío amargo.
Piérdete en mi mente
cuando te sientas desquerida,
allí verás que la soledad miente;
reina de mis pensamientos vestida.
Piérdete cuando no puedas escapar
y el futuro acelere la cuerda de tu vida,
mis manos estarán dispuestas para arreglar
los rotos cristales de tu alma partida.
Piérdete, pero piérdete conmigo:
escapemos de los límites de la cordura,
el día será un enemigo
y la noche, oscura ternura.
Los presos tendrán envidia,
la cárcel se sentirá vacía,
cuando se den cuenta que, de entre tanta desidia,
dos locos hoy hacen la poesía.
Prófugos somos de este amor que nos condena,
y aunque el destino es un frenesí,
sigo esperando la casualidad serena
del utópico momento en que tus labios... me digan que sí.
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Oh, melódico como una canción