Si la lluvia borrase las lágrimas de tus pupilas
tal vez este golpe sea menos duro,
y aunque no soy uno de los que fusilas,
ungeme en tus besos de cianuro.
Antes de que dejes de leer esta despedida
te habrás dado cuenta que en la página que te toca,
del libro de mi vida, asoma una misteriosa herida,
tan sangrante que provoca ,
que estés desaparecida
en las emociones que hoy te evocan;
quizás no estoy preparado para querer sin medida
o me condiciona y derroca
mi mente confundida.
Pero de algo estoy seguro:
en cada juego dejo el corazón,
que lastimado y oscuro,
se va escondiendo, poco a poco, en su caparazón.
Mi amor le pertenece a las cosas simples de la vida,
a los atardeceres de otoño
o a otras tantas que mi mente olvida
y que hacen de la alegría un retoño.
Y si me hechizan los ojos
de alguna princesa que se cruza en mi camino,
apostaré mi corazón al rojo
e incipiente frenesí del destino.
Caminaré como gato por los tejados
buscando consuelo en las palabras de la luna,
porque soy poeta y no puedo querer a tu manera,
y lo que más duele es ser poeta y no encontrar la palabra oportuna,
para no dejarte sola y desquerida,
sin emoción alguna.
Más, solo diré; perdón por esta despedida.