Bienvenida soledad,
con tus matices grises y fríos,
yertos de piedad
que azotan en los hastíos,
cuando tumbado por la ebriedad,
el corazón vacío,
decide caer en la complejidad
de verse solo y sombrío.
Bienvenida a mi noche sin estrellas
donde las lágrimas son lluvia,
que socavan mis querellas
hasta que el alba castiga con su luz rubia.
Bienvenida a mis poemas oscuros
plagados de vanidad,
que sueñan con los ojos más puros
que nunca jamás me han de mirar.
Bienvenida tácita amiga,
abrázame ahora antes de caer en otro conjuro,
que me persiga
y me haga un poco más inmaduro.
Cura con vinagre mis heridas
abrígame de esta calamitosa humedad;
porque ahora que lo pienso, querida,
mientras te tenga no estaré tan solo… compañera soledad.