Que soledad
la de los besos
dormidos,
llenos de
melancolía
y cielo sombrío.
Qué triste
el invierno ceñudo,
que atrae la lluvia
y el atardecer baldío.
Queda el silencio
a través de la niebla
que rocía el verso
errante.
Y bajo la sombra
de la luna etérea,
en tus labios tímidos
queda el beso amargo
de una copa de vino.
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