Aquél día, a la sombra del árbol, nuestros labios se sellaron y nuestras almas se fusionaron por primera vez.
Justo a la sombra del árbol nos volvimos a encontrar para juntos soñar, el horizonte contemplar y abrazarnos sin cesar.
No hace falta pronunciar palabra alguna a la sombra del árbol, pues nuestras miradas lo dicen todo.
Atónita y en silencio, la sombra del árbol atestiguó cuando ambos confesamos lo que por tanto tiempo callamos.
Te esperaré por siempre, incondicional y puntual, debajo de la sombra de nuestro árbol.