Perdidos quedaron mis ojos
cuando los cautivó el hechizo de tu mirada,
siendo sometidos a los despojos
del diario amargor que deja tu ausencia inesperada.
Siempre el tiempo nos interrumpe,
como un lastimoso viento lejano,
que arrastra nubes oscuras
y se hace tarde, tan temprano.
Sabor a poco queda en mi boca
mal acostumbrada a extrañar tus besos,
que en la cárcel de mi corazón provocan
una revolución de entre los presos.
No tengo más para ofrecerte que versos de bolsillo,
una invitación para coleccionar atardeceres
y un alma sin sencillo,
que quiere que seas reina en el Castillo,
si es que así igual lo sintieres,
y si es que a mí no me falta un tornillo,
reina de los poemas que aún no he escrito.
Si aceptas mi invitación
comprenderás que te necesito
y aunque muerdo mi lengua para no decirte que te quiero y extraño,
hoy me invade el coraje y lo admito,
y aunque soy bastante huraño
en tus brazos encontré consuelo, poesía y sanación.
No pido que me des tu pasión
pero al probarla resucito,
si quieres irte, te acompaño,
y sino, al olvido me limito.