Desde que tus ojos no descansan en el quebranto
del cierzo rojizo y el mar empedernido,
desnudo de alegrías tengo al corazón vencido
que cavila por tu partida, dueña de mi llanto.
La tristeza, compañera de celda,
golpea fuerte en las noches de otoño
cuando descubro el jirón del retoño
que el olvido en mi recuerdo suelda.
Sin tinta va quedando mi pluma
por palabras que morirán en las vías,
si te sobra un beso, me lo envías,
en este sueño que lentamente se esfuma.
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