Los dos frente al mar, bajo el cobijo del sol, sin nadie más alrededor, solo tu mirada y la mía.
Un amanecer tras otro pasó hasta que el corazón venció a la razón y por fin pude confesarte lo que siento.
¡Tú también sientes lo mismo! ¡No lo puedo creer! Me contaste que tuviste que callar por temor al desdén.
Cada grano de aquella playa, miraron atónitos cuando nuestros labios se fundieron por primera vez.
Todo era perfecto, nada podría salir mal, ni el viento podría arruinar el momento, pero llegó el despertar.