Tengo una curiosa compañera de trabajo.
Algunos dicen que lleva guadaña,
que su túnica un esqueleto guarda.
Es alguien común a la vez que extraña.
Vaga por el hospital mañana y noche
susurrando en oiditos hermosas nanas
y ayudando por fin a descansar
a almas prisioneras en camas.
Hubo un día que incluso ella se asustó,
sonaba el llanto de un alma quebrada
y en la otra punta, una gran carcajada
llena de vida en todo su esplendor.
¡Qué real fue aquella visión!
Se me heló el alma de sopetón.
Porque así es como vivimos,
porque así es como morimos.
Al señor J le cogí la mano helada
la muerte sentada a su lado esperaba.
La miré a los ojos con respeto y calma,
dijo que ahí mi labor no terminaba.
Frente al Belén del pasillo estuve,
con su familiar, lo mejor que supe.
Me abrazaba y lloraba desconsolada,
y por la noche, terminó la batalla.
A veces pasea dudosa entre mis pacientes;
otras, se lleva camillas de cuerpos inertes.
Y es que al pasarme al lado de las urgencias,
la muerte me acompaña con más frecuencia.
Unos mueren llenos de paz,
otros con terror en la faz.
Unos mueren sin quererlo,
otros mueren sin saberlo.
Unos no saben que ella está cerca,
otros presienten que les acecha;
unos lloran por ver cerca su final
y otros, porque desean que llegue ya.
La Parca y yo a veces también somos rivales
y hemos tenido batallas monumentales.
Yo empleo todos mis conocimientos y armas
pero es el destino quien declina la balanza.
Ambas tenemos una parecida labor,
cuidar de muchas almas con todo nuestro fervor.
Yo, como enfermera, lo hago sobre la tierra;
ella me ayuda, pero los cuida bajo ella.
De mi compañera de trabajo espero
que lleve las almas a un lugar de paz,
y desde allí que puedan observar
a aquellos que jamás los olvidarán.
- Certifico que este poema es inédito y original del autor.
Hermoso poema, conmovedor.