Llegó la noche a la gran ciudad, la mayoría dormía profundamente sin imaginar lo que estaba a punto de ocurrir.
Una extraña sensación se vivía en la gran urbe, en la pequeña aldea, en el pueblo más lejano.
Nadie podía explicarse lo que ocurría aquella inusual mañana, en apariencia, todo marchaba con normalidad, pero algo hacía falta.
Por arte de magia, las ilusiones, los sueños y la imaginación se marcharon sin previo aviso, sin despedirse.
¿Por qué se fueron? ¿Dónde están? chicos y grandes se preguntaban sin encontrar respuesta.
De pronto, debajo de la puerta de cada hogar apareció una misteriosa carta, el sobre blanco no incluía remitente.
El contenido de la misiva dejó helados a los habitantes, no podían creer la identidad de los firmantes.
La imaginación, los sueños e ilusiones eran los autores de los mensajes, en conjunto explicaban la razón de su ausencia.
“Queridos humanos, están tan ocupados en su día a día, atrapados en la era cibernética e involucrados en sus problemas que se han olvidado de nosotros”
“Ya no recuerdan los momentos lindos que han vivido a lo largo de los años, han dejado de usar la imaginación por tener todo al alcance de su mano que no se dan la oportunidad de cerrar los ojos un momento para soñar e ilusionarse de nuevo”
“No nos necesitan y se han olvidado de nosotros, están todos rebasados por sus actividades diarias y los dispositivos móviles”
Chicos y grandes quedaron atónitos después de leer aquella misteriosa hoja ¿Era verdad? ¿Una broma de mal gusto?
Todo era tan real como el viento, como los latidos del corazón, como el agua de lluvia y el arcoiris.
Poco a poco, uno a uno, cada habitante del planeta recordó momentos hermosos de su infancia.
Los abuelos volvieron a leer cuentos a sus nietos, ellos imaginaban las características de los personajes que los hacían viajar a mundos fantásticos a través de la mente.
Después de un breve, pero necesario, exilio, la imaginación, los sueños e ilusiones volvieron a habitar el interior de todas las generaciones del planeta.