Suave caricia al paladar
de aromas que embriagan la cordura,
sublime cura contra la soledad,
hoy te escribo pensando en tu espesura.
Si por las noches en tus colores me pierdo,
oráculo de vanas tristezas,
en los abismos de este sueño te encuentro
sabiendo que el despertar será una proeza.
Ella, tácita, a naufragar me invita en sus desvelos,
con su pelo carmín y sus ojos marmolados,
su absurda indiferencia y su locura que cuál herejía
congela mi corazón desconsolado.
Es por eso que la oscuridad anida en mi querella,
y sin más que un alma de vacía botella,
a tu brebaje me consagro, virgen del mar tinto.
Para navegar con la guía de una estrella,
que pintada en el firmamento del hastío destella,
el último trago que me sacará de este laberinto.
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