Ojalá que la lluvia no borre tus lágrimas
ni destiña la ausencia que te embalsama,
consuelo encontrarás en el gris retazo
de piedad que mi corazón proclama.
Más nunca intentaré escapar del conjuro
que provoca el resplandor de tu sonrisa;
la tormenta se abriga de celos para contemplar
tu silueta que se apodera de la brisa.
Entronizada estás en la hornacina de mi alma
y aunque la niebla impida que la luz brille en tus ojos,
naufragaré en la tristeza para conseguir
ocasos alegres y rojos.
Pero si abrazas al olvido como remedio
para sosegar el incipiente frenesí,
solo una cosa pido:
Ojalá que la lluvia no haga que te olvides de mí.