Llega la noche, fiel compañera
de los marinos que ebrios de soledad
se enamoraron perdidamente de la luna
creyendo, cándidos, en ella encontrar piedad.
Cubre de negro las veredas de la ciudad
dándole la extrema unción al alma de los poetas
que por allí pasan buscando palabras para abordar
el barco a la isla de las penas secretas.
Antes de que la muerte coloque su lúgubre punto final
y los azores del alba borren el recuerdo que de vos quede todavía,
quiero perderme en la taciturna oscuridad de tu mirada,
ahora que con lágrimas te bautizo, noche novia mía.
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