Detrás de la estacada,
que oculta de tus mejillas el rubor,
anidan tus ansias de ser amada
sin despedidas ni dolor.
Esa muralla acorazada
obnubila a tus ojos con un falso resplandor
de absurdas promesas que mueren en la ensenada,
lastimosas ficciones del amor.
Pero esa lágrima avergonzada,
que recorre tu rostro sin pudor,
solo podrá ser secada
por quien merezca semejante honor.
No creo tener la mirada
que en tu alma provoque un temblor,
ni mucho menos una sonrisa dorada,
ni un semblante encantador.
Solo tengo para darte la mitad de una almohada,
los mimos de un gato negro como el terror,
una boca que muere por ser besada
y unas cartas en mi sueño de escritor.
Pronto vendrá una nevada
y cristalina, quedarás escarchada,
méndiga de calor.
Por eso, cuando estés desconsolada
y sientas los gritos de una soledad silenciada.
Búscame para conocer al amor.