Anima, cómo nos mata el amor

 

La noche empaña los vidrios de mi habitación 

cuando, de entre los papeles,

en el suelo cayó una foto, 

de esas que erizan pieles

y dejan al corazón roto.

En la imagen se divisaban

dos niños que fundían sus labios en un beso,

el vacío de la madrugada se llenaba 

dejándome del recuerdo preso.

Y apareciste, sin que nadie te llame,

siquiera habitabas en mis prosas

más oscuras e infames;

entonces decidí escribir antes de que la angustia poderosa 

 invada mi cordura y la desgrane.

La titulé “ánima”

a la carta, de sobre blanco y sello de cera rojo,

que trataba de la historia de una joven magnánima,

que encantaba con sus ojos. 

No sé de que planeta venía,

pensar que alguna vez la vi envuelta en mis brazos,

era  como sentir que el tiempo se detenía,

mientras estaba a su lado ¡qué importa que todo se haga pedazos!.

La mas minima imperfeccion no existia en ella,

su piel inmaculadamente blanca,

 y su sonrisa más brillante que una  estrella,

me conjurban haciéndome perder en la salamanca.

¿Qué somos? Le pregunté miles de veces,

y por respuesta obtenía un beso, 

y así pasaban los meses,

a veces lo disfrutaba, lo confieso. 

Es raro y quizas suene masoquista 

pero me gustaba su indiferencia,

tenerla como un amor imposible, era más realista

que ver que no me quería y sentir profunda dolencia.

¿Me habrá querido o solo me usaba para matar su aburrimiento?

¿Pensará en mí como yo en ella  al ver su foto?

Cuando me veía ¿Que pasaba por su pensamiento?

¿Alguien habrá amedrentado su corazón dejándolo roto?

¿Si me quería por qué no lo demostraba?

Y si lo demostraba ¿ Me hubiera enamorado? 

¿Era consciente de que conmigo jugaba?

¿Será ella mi recuerdo más preciado?

Pero el interrogante que mas resuena 

y a mi estabilidad derrumba,

y si hay un dios, quizás él lo sepa

pero… ¿Amores como este llevan a la tumba?.

El ocaso cae sobre las praderas

y el silencio comienza a aturdir 

preparando la oscura escena 

para que la luna comience a salir.

Algunas noches hable con ella 

cuando hasta la soledad me abandonó 

y me cubrió con su manto de estrella,

y en su calma me ungió.

Pensé abrazar a la muerte 

al ver  mi alma cual bollo de papel

llorando en un cesto donde vierten 

los ríos de la amarga hiel. 

Por eso hoy le regalo al fuego esta carta 

que jamás será leída,

porque de la realidad aparta 

cualquier alegría poseída.

Y corre peligro quien la lea 

de caer en el embrujo 

de una dulcinea 

de ojos salidos de un dibujo.

En cuanto a la joven de mirada penetrante,

le debo mis mejores y peores momentos,

ella no es mía, ni de nadie, 

su amor le pertenece al viento.

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