El sueño intranquilo
no procura esclarecer
el tétrico insomnio,
pérfida y desvanecida costumbre
de administrar mis noches
en la nostalgia sensible,
pusilánime y serena
del huérfano dolor
que me ha llevado a creer
en la sobriedad de mis augurios.
La muerte espera sigilosamente
mis versos desnudos,
que ahogaran el soñoliento desvelo
de ese húmedo sortilegio
que aguardan en las entrañas
del exilio.
¡Maldito oficio del humano incomprendido!
No he dormido
y la eternidad complace
la tenacidad del tiempo,
mis ojos están hundidos
en el profundo brebaje
de un lánguido deseo.
Fútil intento de conciliar la esperanza
y la angustia irritante del mañana
dicta bajo un juicio sin defensa,
sin palabras que agredir;
porque los sueños atestiguan
que han despertado en mí,
el animal nocturno que solía ser
antes del inconveniente de mi nacimiento.
Debo dormir,
quiero dormir,
aunque tendría que estar despierto
para escribir calamidades
o pronunciar mis ojeras…
O morir en el intento
o vivir arrepentido…
O dormir sin remordimientos…
Simón Correa