- La ventisca le azotaba con fuerza. El vestido intentaba escapar, su pelo enmarañado dibujaba sobre el tejado y una marea naranja bañaba la ciudad. Algunos faroles ya se habían encendido anticipando la inminente llegada de la noche, y bajo su mirada reposaba el ocaso que se escabullía por las bocacalles cual niño jugando a las escondidas. Los vehículos ignoraban el espectáculo, aunque algunos peatones tenían el valor de detenerse un segundo para fotografiarlo y retornar a su virtual monotonía.
En momentos como este la reflexión era inesquivable. ¿Por que eramos así? Caminantes sin emoción alguna bajo el nocivo efecto de pixeles. Todos aquellos humanos, incluyéndola, desperdiciaban su vida.
Ahogada sobre sus propios pensamientos, hicieron contacto visual. Ambas tan solas y distanciadas, recitantes de un poema interminable.
Mariana se paró sobre la barandilla volviendo a conectarse bajo el mismo velo blanco que las atraía con firmeza. Sus pies se distanciaron lentamente del suelo y la dualidad parecía haberse hecho realidad. La coleta se desarmó y aquel opresor vestido se deslizaba lentamente. Ahora desnuda bajo la mirada de la gigante dama blanca. Tuvieron una pequeña charla, y tras unos breves momentos estaba claro lo que iba a ocurrir. Mariana no era de nosotros, era mas poesía que humana. Se alejaba lentamente de la Tierra para lograr su cometido, para fundirse con la Luna.
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Emocionante historia.