Donde el eucalipto centenario rompe su silencio
se enterraron las ilusiones al viento, sobre la inexperta vereda.
Allí desde un abismo y un arrebato de crisantemos,
el tiempo pierde su rosa en el vergel veloz y decrépito.
La luz del crepúsculo, ilumina los pétalos de las acacias,
en un lugar donde no importa el arrebato.
En un segundo el miedo no tendrá un mañana,
el colibrí en la alborada aleteará con su arrogancia,
sobre la cresta del cerro, dejando paso a la esperanza,
porque el amor es como el agua que cubre las heridas.
¡Oh, golondrina blanca de pluma pulcra!
Que voraz la época amarga de tu fulgurante pico,
que abre las ramas por debajo de tus alas.
Emerge la voz, que desgarra el pretexto esquivo de los versos,
- enmascara el rostro cabizbajo, y el temido reflejo.
¡La luna se bañará en flores y aromas de ensueño!
Mas no habrá desasosiego ni desvelo en la noche,
quizás un epitafio mudo que galope en el tronco del almendro.
¡Qué infierno de luna!
Y que hastío el que agoniza en la lánguida mirada de un crisantemo.