Que no me manejes
a tu antojo.
Sin dejarse de lamentar
el uno del otro.
Como ballenas varadas
en mares del norte.
Volveremos al sur
porque no existe otro origen.
Que no te duelan mis caricias
como látigos, el vértigo, las agujas.
El miedo a la caída
sea un no se que
a la hora del anuncio del té.
Y el tinto o café
no demore lo necesario
para poder enjugar
las lagañas
horas antes anticipado
al día de la muerte..
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