Antes de tu llegada, tenía los sueños rotos, la ilusión sepultada, mas te abrí la puerta del alma y a mi vida trajiste de vuelta la calma.
Te abrí la puerta en el noveno mes del año, justo en el decimonoveno atardecer, la lluvia no cesaba, mientras nuestras miradas accidentalmente se cruzaban.
Dudaba en abrirte la puerta de mi vida, pero el brillo de tu tierna sonrisa consiguió que el corazón venciera a la razón.
Bienvenido seas a la profundidad de mi alma, con cerrojo para siempre sellaste la puerta al temor y al dolor.
Al abrirte la puerta de mi ser, te adueñaste de cada amanecer, de cada paso de mi andar, eres el príncipe de cada uno de mis sueños.
Desde que te abrí la puerta, juntos y de la mano caminamos hacia la misma dirección, no importa si se presenta la tempestad, unidos la dejarémos atrás.