Como si fuera ayer, aún recuerdo cuando nos juramos eterna fidelidad en aquel solitario y frío andén.
Tu mano y la mía se entrelazaron por siempre a fin de sellar aquel juramento que nadie más conoce, solo tú y yo.
Desde siempre te esperé, por doquier te busqué, hasta que al fin llegaste y me juraste ser el incondicional guardián de mi corazón.
A cambio te juré ser el puerto seguro al que puedes llegar sin dudar si te alcanza la adversidad, ven, que tus sueños estarán a salvo.
No importa el tiempo que pase, por toda la eternidad seguirá intacto e inmaculado nuestro juramento.