Llegaste un día sin querer, recogiendo los destrozos de un alma hecha pedazos y sin consuelo.
En un sueño te vi por primera vez, mas no creía que fueses real, atónita te miré cuando nuestras miradas se cruzaron aquel atardecer.
Desde entonces, nuestras manos entrelazadas, no permiten que se acerque la adversidad, solo tú y yo en complicidad.
Juntos e incondicionales, con las manos entrelazadas, caminamos juntos por el mundo entero.
No sé si nuestras manos entrelazadas son obra del destino, pero no deseo otra vida si no es contigo.