Ayer solo te veía pasar, no me atrevía a cruzar palabra contigo, por esta absurda timidez, mas nunca por desdén.
Un momento entre la luna de las doce y el sol de las tres, provocaron que tu insomne mirada me acariciara hasta el último poro del alma.
Hasta el fin del mundo iría contigo sin dudar, te prometo que desde hoy tú y yo seremos uno.
Las estrellas nos vieron de la mano pasar hacia el fin del mundo, aquella noche, tus labios por primera vez besé.
En el fin del mundo no hay nada que temer si me aferro al dulce y sublime calor de tus brazos.