Día tras día caminaba sin rumbo fijo, con las ilusiones rotas y los sueños olvidados en alguna esquina.
Llegó el atardecer, cerré los ojos y al despertar, descubrí que la adversidad se había marchado y la paz regresó después de un largo exilio.
Bajo tus alas no hay nada que temer, no hay dudas, los sueños se hacen realidad, todo es perfecto, nada es gris.
Juntos y de la mano, contemplamos el brillo de las estrellas, nuestros sueños se vuelven uno, bajo tus alas.
El cobijo de tus alas, es el puerto seguro al que puedo llegar sin pensar, sin condiciones, sin avisar.