Poco antes de caer las hojas de aquel enorme árbol, descubrí tu dulce sonrisa sin querer.
Desde entonces, cada poro de mi ser solo tiene espacio para ti; sin duda alguna, no quiero dejarte ir.
Al caer las hojas de los árboles, estabas ya clavado en cada milímetro de mi corazón, en cada soñar, en cada despertar.
Una por una las hojas caían mientras tu paralizante mirada me conquistaba y yo recuperaba las ilusiones perdidas.
Mientras las hojas de nuestro árbol caían, nuestras almas al fin y para siempre se fundían.