La luna de anoche ya se ha ido,
un despejado cielo tiñe de azul la atmosfera.
Luces insensibles que se clavan en mis aĂºn dormidas pupilas.
Claridad que se hinca y resiente mi cabeza,
dĂ³nde aĂºn quedan las tormentas de anoche.
Un mal sabor reviste mi boca.
En esta cama deshecha queda ropa por ordenar,
En esta vida deshecha quedan recuerdos por ordenar.
Miro al suelo y veo que lo que solĂa ser alfombra,
ahora es un bosque de pelusas y los trozos que quedan de espejo.
Las cervicales se tensan, y la piel de mis nudillos se remueve irritada
como si entre la sangre seca quedasen los residuos de una mala noche.
Mi mesa parece un lienzo pintado con ceniza.
Veo una rosa en un vaso, ya se le han caĂdo un par de pĂ©talos.
JamĂ¡s pensĂ© ver un armonioso pĂ©talo cubierto de fragmentos de ceniza
tornando su rojo pasiĂ³n, su aroma que te asoma a los cielos,
en una simple seda, arenosa y pestilente.
Mis pĂ¡rpados tabican mi visiĂ³n en busca de respuestas.
Los aplasto y vuelvo a sobrevolar mi vista por la habitaciĂ³n.
Al lado del vaso tambiĂ©n quedan dos botellas de cerveza vacĂas
y cerca del borde, queda un cigarrillo completamente consumido
que ha ido dejando caer cada partĂcula de su ceniza sobre la mesa.
Mi cuerpo se cobija bajo los brazos de la resaca y la pizza frĂa.
Y obligo al dĂa a tomar ejemplo del cigarrillo de ayer.
Dejarse consumir.
“JamĂ¡s pensĂ© ver un armonioso pĂ©talo cubierto de fragmentos de ceniza”, quĂ© frase mĂ¡s maravillosa. Evoca tantas cosas de una manera tan sencilla…