Son demasiadas cruces las que adornan la historia
y demasiados llantos para la infancia ausente.
Son rediles del miedo ciegos en una noria
mientras la burocracia se ciega eternamente.
Ni cero dieciséis ni lágrimas perdidas
ni leyes que protegen a rabiosas manadas.
Los juzgados son ciegos y en las urnas metidas,
visibles y olvidadas, ideas embalsamadas.
Y mañana saldremos con pancartas y gritos;
incluso vocearemos que basta ya de muertes,
que estamos todos hartos de que cuatro malditos
rompan brutal la vida de gente adolescente.
Y pasado mañana, ¿gritaremos lo mismo?
(porque es nuestra costumbre protestar solo un día)
¿O seguiremos siendo con nuestro fiel mutismo
los cómplices de todos, la fe seca y sombría.