La Máscara del Zorro Supay
En la región de la selva se convocó como ya era tradición, al concurso de ceramistas. Donde se presentaron los mejores, ceramistas del país, entre los favoritos se encontraban Abidio y Leoncio .ambos eran rivales desde el tiempo de sus abuelos, uno de Ayacucho y el otro de Huancayo.
Leoncio inspirado, organizado se preparó con mucha anticipación diseñando muchas figurillas para ser candidatas para presentarse para el concurso. En cambio Abidio tenía muchas dificultades para idearse algo para el concurso, pasaban los días y confiaba en que a última hora algo se presentaría, faltando ya muy pocos días para el concurso, recordó sobre una antigua y prohibida historia. Que contaba que existía en una cueva escondida entre la selva y el ande una máscara llamada la máscara del zorro Supay, y que esta concedía a la quien se la pusiera encima la habilidad de hacer figurillas en arcilla de tan buena calidad y tan realistas que se decían que parecían como si estuvieran vivas.
Abidio enrumbó entonces hacia la zona en donde se encuentra el ande con la selva. Contra todo pronóstico fue muy fácil ubicarse y llegar a la cueva de la que contaban, solo basto preguntar a ciertos ancianos de la zona quienes muy amablemente le dieron la información requerida. Es más le prestaron una mula para el viaje y fue como llego a la bendita cueva a unos metros sobre la neblina , no era muy grande pero si muy fría , entró en ella y a unos pocos metros de la entrada había una especie de pequeño altar en donde envueltas a mantitas, aguayos encontró la máscara del zorro Supay. Hecha de una arcilla muy liviana, tenía una gran nariz parecida al hocico de un zorro, de color rojizo como el pelaje de un zorro.
Cogió la máscara y salió con ella miro hacia todos lados pero parecía como que nadie la extrañará. Llegando a su taller en Huancayo, se la colocó y poseído por una fuerza extraña se puso a modelar, una serie de seres, tortugas, cóndores, toros de faena, de Lidia, aves, monos y eran tantos que casi no cabían en el taller. Figurillas muy hermosas, y con técnicas que el desconocía pero que lograban darles unos tonos y colores hermosos que salir del horno, parecían nacer.
Una vez frías y curadas. Las empacó, en mantas y metió en unas cajas, porque ya faltaba pocas horas para entregarlas para el concurso.
Llego al lugar del concurso sin mucha dificultad, el camino era muy conocido. Desempacó las figurillas pero grande fue su sorpresa que muchas de las figurillas faltaban y otras salían corriendo y otras volando de las cajas, huían por todas partes y al final quedo con mantas y cajas vacías. Enseñándole con mucha vergüenza que lo que se busca fácil, fácil se va.
Este micro relato fue escrito con motivo de la visita al MUCEN, del Banco Central De Reserva del Perú, junio del 2023. Y la puesta en práctica del taller de escritura creativa que se realizó con la colaboración de todos los asistentes.