Dejaste en el desván
fantasmas de acero,
fríos y convalecientes
guerreros.
En el buzón
muchas cartas sin sello,
y palabras
que murieron en mi cuello.
Dejaste enjambres de dudas
sobre el tejado,
y dolorosa escarcha
sobre el suelo nevado.
Dejaste sueños velando
cada madrugada,
y lágrimas obstinadas
sobre la almohada.
Dejaste llamas de esperanza
ardiendo en el techo,
y el calor de la nieve
anidada en mi pecho.
La casa se convirtió
en un incendio,
y el fuego alcanzó de súbito,
mi alma multiplicada en silencio.
- Certifico que este poema es inédito y original del autor.