Si logras congelar está pasión
no nos encontrará el estío mirando el cielo,
esperando, plañideros, que por compasión,
la nieve nos cubra con su álgido velo.
Ni soñarán las lágrimas cansadas de rodar
con bufandas en primavera,
el equilibrio está en un pedestal,
mi corazón jubiloso aún te espera.
Las calles arden impiadosas
azotadas por el fragelo del fulgor,
campos calizos yermos de rosas
lastiman el paisaje, que ebrio está de calor.
Hasta la misma noche se vio profanada
por el brujo del meloso verano,
que tiñó de luz su oscuridad despiadada;
todavía extraña hacerse tarde, tan temprano.
Aunque cerca estoy de tu lejos
imagino recibir del sol los reflejos,
que calientan mi rostro en tu amanecer.
Mi alma resignada está en el hastío del envejecer
esperando a junio para renacer del infierno,
que encarcela mis ganas de extrañarte... querido invierno.
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