El día que le diagnosticaron leucemia, Lucas sintió que su mundo se derrumbaba. Tenía solo diez años y le encantaba jugar al fútbol, leer cómics y hacer bromas a sus amigos. ¿Cómo iba a enfrentarse a una enfermedad tan grave y dolorosa? ¿Por qué le tenía que pasar a él?
Pero Lucas no se dejó vencer por el miedo ni la tristeza. Decidió que iba a luchar con todas sus fuerzas para superar la leucemia y volver a ser el niño feliz y alegre que era antes. Con el apoyo de su familia, sus amigos y los médicos, Lucas inició un largo y duro tratamiento que pondría a prueba su valentía y su esperanza.
Este libro cuenta la historia de Lucas, un niño que nunca se rindió, siguió luchando y su enfermedad venció. Es una historia de coraje, de amor y de vida. Una historia que inspira y emociona a todos los que la leen.
Lucas empezó a recibir quimioterapia, un tratamiento que consiste en administrar medicamentos que destruyen las células cancerosas, pero que también afectan a las células sanas. Esto le provocaba muchos efectos secundarios, como náuseas, vómitos, cansancio, pérdida de cabello y bajada de defensas.
Lucas tenía que pasar muchas horas en el hospital, conectado a una máquina que le suministraba los medicamentos. A veces se sentía muy mal y solo quería llorar. Otras veces se aburría mucho y echaba de menos su casa, su colegio y sus amigos.
Pero Lucas no estaba solo. Su familia siempre estaba a su lado, dándole ánimos, cariño y apoyo. Sus padres se turnaban para acompañarlo en el hospital y en casa. Su hermana mayor le traía libros, juegos y películas para entretenerlo. Su abuela le hacía su comida favorita y le contaba historias de su infancia.
Sus amigos también lo visitaban con frecuencia, llevando regalos, cartas y dibujos. Le contaban lo que pasaba en el colegio, las últimas noticias del fútbol y las bromas que hacían a los profesores. Lucas se reía con ellos y se sentía feliz de tenerlos.
Los médicos y las enfermeras también eran muy amables y profesionales con Lucas. Le explicaban todo lo que le hacían, le resolvían sus dudas y le ayudaban a sobrellevar el tratamiento. Le decían que era un niño muy valiente y que tenía muchas posibilidades de curarse.
Lucas se aferraba a esa esperanza y se esforzaba por seguir adelante. Sabía que tenía que ser fuerte y positivo para vencer a la leucemia. Cada día se repetía a sí mismo: “Yo puedo, yo quiero, yo voy a conseguirlo”.
Aquí tienes la continuación de la historia:
Después de varios meses de quimioterapia, Lucas recibió una buena noticia: la leucemia había entrado en remisión. Esto significaba que las células cancerosas habían desaparecido o se habían reducido mucho. Lucas estaba muy contento y aliviado. Había dado un gran paso hacia la curación.
Pero Lucas todavía no estaba completamente curado. Tenía que seguir recibiendo otros tratamientos, como radioterapia e inmunoterapia, para evitar que la leucemia volviera a aparecer. Además, tenía que someterse a un trasplante de médula ósea, que consistía en recibir células madre sanas de un donante compatible.
Lucas sabía que el trasplante era una operación muy delicada y arriesgada. Tenía que estar aislado durante varias semanas, sin poder ver a nadie, para evitar infecciones. También podía sufrir rechazo o complicaciones. Lucas tenía miedo, pero también confianza. Había encontrado un donante perfecto: su hermana mayor.
Su hermana se había ofrecido voluntariamente a donar su médula ósea, sin dudarlo ni un momento. Ella lo quería mucho y haría cualquier cosa por salvarle la vida. Lucas le estaba muy agradecido y le decía que era su ángel de la guarda.
El día del trasplante llegó. Lucas y su hermana fueron al quirófano, acompañados por sus padres y sus abuelos. Se despidieron con un abrazo y una sonrisa. Lucas le dijo a su hermana que la quería mucho y que todo iba a salir bien. Su hermana le dijo que era muy valiente y que pronto estarían juntos de nuevo.
Lucas entró en el quirófano con su medalla de la hermandad del Rocío de Badajoz sus dos estampas y el manto de la virgen del rocío que le habían dado justamente unos meses antes de la operación ya que el niño notaron que tenía a la virgen del Roció presente y comparado con su edad la virgen lo llamo,,,, porque no lo se como donde cuando tampoco
pero lucas tan solo daba a la madre gracias por sentir su manto dándome seguridad y protección… donde lo esperaban los médicos y las enfermeras. Le pusieron una mascarilla y una vía. Le dijeron que iba a dormirse y que cuando se despertara tendría una nueva médula ósea. Lucas cerró los ojos y se quedó dormido.
Lucas soñó que estaba en un campo de flores, bajo un cielo azul. Corría y jugaba con su perro, que había muerto hacía un año. Se sentía feliz y libre. De repente, vio una luz brillante que lo llamaba. Era su hermana, que le tendía la mano. Lucas se acercó a ella y la cogió. Se fundieron en un abrazo lleno de amor.
Lucas se despertó en la unidad de cuidados intensivos. Estaba rodeado de cables y tubos. Se sentía débil y confundido. No sabía si había pasado mucho o poco tiempo. No sabía si el trasplante había funcionado o no. No sabía si su hermana estaba bien o no.
Pero entonces vio algo que le llenó de alegría: una pantalla con la imagen de su hermana, que le sonreía desde otra habitación. Lucas le devolvió la sonrisa y le hizo un gesto con la mano. Su hermana le dijo que estaba bien, que el trasplante había sido un éxito y que pronto podrían verse. Lucas le dijo que la quería, que era su héroe y que le debía la vida.
lucas rompió a llorar por la inmensa felicidad y algo de tanta valentía que había hecho su hermana
Lucas se sintió aliviado y feliz. Había superado el trasplante y tenía una nueva oportunidad de vivir. Sabía que todavía le quedaba un largo camino por recorrer, pero también sabía que no estaba solo. Tenía a su familia, a sus amigos y a los médicos que lo apoyaban y lo querían. Tenía a su hermana, que le había dado el mejor regalo del mundo: su médula ósea.
Lucas había vencido a la leucemia. Lucas había vencido a la muerte. Lucas había vencido a la vida gracias a la Virgen del Roció
su gran fe y su inmensa devoción lo había salvado