Poesía surrealista

 
I
 
Un valle de libélulas muertas
se aleja silenciosamente
por las curvas verticales
de un mañana lleno de colores
de verdades apagadas
en un instante circular
transformado en un negro lugar
de noche.
 
II
 
¡Tenue rayo
de luz zodiacal
que avanza entre las sombras
pues, marcada
con un ácido fatal,
la mañana
de cristal
dejó de oír!
 
III
 
Los libros
de la Biblioteca
Nacional
comen alfalfa
en las lágrimas
de un usurero.
 
IV
 
El corazón de una mujer,
enmarañado alrededor
de una copa de cristal,
se coloca su sombrero
antes de salir a bailar
en torno a un niño
confundido por el
compás de un
mariscal
olvidado
por
sus
hijas
en medio del
verde salón.
 
V
 
¡Qué amargo camino me espera,
que amargas veredas torcidas!
Que amarga existencia fatal.
Bajando por la tierra ingrata
se rompieron las granadas de un soñar,
bajando por la tierra de un ayer
marcado en hierro frío…
 
VI
 
Y encontré una fuente maldita,
¡una fuente perdida!
He perdido la cabeza
en mi pasado;
ayer buscaba mi pasado,
pero el viento se lo ha llevado,
¡tardes de junio infame!
 
VII
 
¡Y seguimos cantando,
y seguimos soñando,
y seguimos buscando la mañana…!
Al paso de la madrugada
una higuera se torció.
 
VIII
 
Hipocresías de los sabios
y patéticas falacias,
mariposas que te debo.
Expresiones de cariño
que vuelan con el paso de un querubín.
 
IX
 
Veo el alba desde los pinos
y mi sangre se vuelve gris.
Un gorrión
se llevará mi corazón,
sueños impíos
y arena de plata.
 
X
 
He visto caminos de sangre
y he visto sentido común,
mas dentro de un sueño infernal
que no conozco aún.
 
Clifford Daniel Kernahan Selfa
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